Según la cosmogonía de los indígenas kaqchiqueles, los barriletes representan un lazo de comunicación entre los muertos (los santos) y los vivos.
En Guatemala, esta tradición se celebra principalmente en Santiago y Sumpango Sacatepéquez, el primero de noviembre día de Todos los Santos. La tradición tiene poca relación con los Santos de la iglesia católica y se enfoca casi por completo en los muertos del inframundo, en sus antepasados.
Es un día de un ritual tradicional que inicia a la salida del sol del primero de noviembre; en el cual las familias esparcen flores en las casa y se ponen ramilletes en las ventanas, con el afán de guiar a las animas muertas el camino a su hogar y con eso hacerles saber que siguen siendo bienvenidos y no se les ha olvidado.
La tradición oral cuenta que ese día las almas de los antepasados son liberadas por veinticuatro horas en donde los espíritus tienen la libertad de volver a sus hogares, a sus seres cercanos, y a sus descendientes. Los vivos deben de estar preparados y es por ello que adornan con flores, ya que si los espíritus no encuentran buena recibida por parte de sus familias, éstos pueden causar daños a las cosechas, enfermedades o atentar contra los vivos.
Por ésta razón, es que los pobladores al darse cuenta que espíritus malignos invadían el camposanto y las viviendas donde vivieron y convivieron, decidieron en una manifestación abstracta elevar lienzos de papel, que al chocar con el viento indicarían a los espíritus el camino al cielo y se alejaría la molestia.
Actualmente, los barriletes actúan como mensajeros verdaderos ya que a muchos de estos se les coloca un mensaje o telegrama que se prende a la cola de una pita, que con cada jalón va subiendo al cielo.
Los barriletes voladores son elevados durante todo el día y a las cuatro de la tarde los bajan, al día siguiente a las cuatro de la mañana, regresan al camposanto con velas para que los espíritus que han estado con ellos puedan regresar a sus hogares. Cuando está terminando la festividad los niños destruyen los barriletes, lo cual es una señal hacía los espíritus que la visita terrenal ha terminado y tienen que regresar al cielo. Los barriletes que se han mantenido en tierra se elevan para que así los espíritus de los ancianos ayuden a quienes aún no encuentran la subida al cielo. Al bajar los barriletes, son quemados en el cementerio, con la esperanza que el humo guie a regresar al cielo a cualquier espíritu vagabundo.
Dada la relevancia que tiene ésta hermosa tradición ancestral, que data de los años de 1900-1910, el Ministro de Cultura y Deportes declara ésta festividad el 30 de octubre de 1998, como Patrimonio Cultural de Guatemala. El 15 de diciembre de 2005 también recibe por parte del Presidente de la República, Oscar Berger, el Galardón de la Orden Nacional del Patrimonio Cultural.
La preparación para dichos festivales inicia aproximadamente cuatro meses antes del primero de noviembre, en donde generalmente se trabajan de cinco a seis horas diarias para determinar el tamaño, diseñar los adornos, hacer los trazos y ejecutar el diseño.
El tamaño de los barriletes varía desde los pequeños de un metro de diámetro hasta los más grandes que sobrepasan los 16 metros de diámetro, todos son elaborados con papel de china y su armazón es de caña de bambú o de tallos de castilla, la cual es una planta similar al trigo; el pegamento que se usa es natural, elaborado con harina de yuca mezclada con trozos de cáscara de limón y agua. Los cables para las pitas son de maguey. Las colas del barrilete son de tela tejida.
Cada año es dedicado a un tema distinto, bien puede ser un tema político, religioso o cultural.
Durante la celebración del Festivales, se elevan al cielo los barriletes de menor tamaño, siendo éstos los que participan en la categoría de elevación; mientras los más grandes son exhibidos y se califica en éstos el diseño, el colorido y el tema es un día lleno de rituales que es acompañado por música de marimba, comida típica y miles de guatemaltecos con deseo de preservar la tradición del vuelo de barriletes.