De cómo llegamos a ser chapines los guatemaltecos
El guatemalteco es chapín por orgullo e identidad. No por los zapatos de moda del siglo XIV, ni por la colecta que hacían nuestros antepasados a la reina. Tampoco por darle honor al municipio de Chapinería de Madrid, o al barrio Rompechapínes, de Jerez, España.
El filósofo, lingüista y matemático Ludwin Whittgenstein escribió en una oportunidad que cuanto más pobre es nuestra forma de expresarnos, más estrecha es la visión de lo que somos. Pues el lenguaje le permite a las sociedades entender mejor su historia.
De ahí la importancia de entender y conocerlo mejor, acuña el escritor Francisco Pérez de Antón en su libro los Chapinismos del Quijote, en el que incluye una investigación sobre los orígenes de la palabra –hoy también apelativo- Chapín.
Pero las dudas saltan al preguntarse del cómo y por qué la palabra “chapín” llegó a convertirse en el sinónimo de guatemalteco. Y la respuesta merece una explicación minuciosa que remita al folclore.
Entre las historias que más se repiten sobre su origen, está la de Francis Gall, quien atribuye chapín a la colecta pública que con motivo de las bodas de los monarcas españoles hacían en el Reino de Guatemala. Esto con el fin de dar a la reina los famosos zapatos chapines de la ceremonia.
La conclusión a la que llegó Gall es que al parecer, los vecinos de Santiago eran los que más contribuían para la colecta –que más bien era un impuesto-, y que esa era la razón por la que los demás ciudadanos llamaron a los guatemaltecos así.
No cabe duda que el término chapín en realidad era aplicado a esos zapatos de moda. Incluso en el Quijote se hace referencia su aparición. Exactamente se encuentra en el capítulo donde Sancho anticipa a su mujer, Teresa Panza, que pretende casar a la hija de ambos con alguien de elevada condición social. Le dice: “que si de los zuecos la sacáis a chapines”, con lo que quería decir que si del calzado de gente rústica la elevaría a calzado fino de señora.
El chapín de la reina
Para Pérez de Antón que las demás provincias del Reino llamaran chapines a los guatemaltecos por ser los más generosos a la hora de recaudar un impuesto, era algo “angelical”, explica en su investigación. Sobre todo cuando pensaba que se trataba de un impuesto.
Así que no satisfecho continuó la búsqueda del verdadero significado de chapín. Y visitó un pueblo de Madrid, España, llamado Chapinería.
Cuenta que aparte del nombre solo encontró que Chapinería fue un pueblo especializado en la fabricación de los chapines para damas de la Villa y Corte.
Tampoco encontró indicios en el barrio de Jerez, llamado Rompechapines. Hay quienes atribuyen el nombre de este lugar al mal estado de las calles.
Pero al no encontrar mayores indicios con la similitud del nombre nuevamente busca en algo más en los zapatos de moda. Encuentra entonces que los crujidos y la altura de ese calzado tenían otras propiedades que más adelante le permitieron llegar a otras conclusiones.
En su investigación explica que los chapines eran de tal alto que las damas tenían literalmente bajarse o subirse de ellos. Dicen que los zapatos chapines eran muy ruidosos.
No cabe duda que los chapines tenían una denotación de “altura” social, eran caros. Y su uso tenía que ver también con el statu quo y también con la estatura. Era obvio que las poblaciones menos favorecidas hacían un sacrificio para poder lucirlos.
Pero solo esto aún solo da indicios del origen de la palabra chapín. Se cree que la palabra chapín sufrió cambios con el tiempo. Puede ser incluso que en el camino fue víctima de una transformación completamente diferente de su significado original.
La palabra chapín como tal viene de la onomatopeya chap-chap, que era el ruido producido por el calzado de tacón de corcho y suela de madera.
Esto se originó en España, en el siglo XIV, y más tarde pasó al francés con el nombre de eschapín.
El Diccionario Etimológico dice que chapetón –término utilizado para definir al europeo recién llegado a América- viene del vocablo chapín.
Y al relacionar esa información se encuentra que en Guatemala eran los chapetones los que en realidad usaban los chapines, los descendientes de españoles, ósea las españolas quienes usaba este calzado en Santiago de Guatemala.
Pero Pérez de Antón recurrió a otra etimología para desenredar mejor el asunto. Encontró la posibilidad de ligar chapín, chapetón y guachapín, la última es la forma despectiva par apodar a los españoles en México y Centroamérica.
Las palabras son mutantes, afirma el escritor. De modo que pensó que “si de guachapines a gachupines solo hay una u de diferencia y en España a toda persona que luego de enriquecerse de aires de noble se le llamaba así, nada tendría de extraño que en las provincias del Reino de Guatemala se llamaran guachapines, a los españoles y criollos de Santiago de Guatemala.
Bajo esta explicación dedujo que venía como anillo al dedo repetir que, siendo aquellos criollos y españoles los más ricos del Reino, eran también los únicos que podían comprar chapines a sus señoras”.
¿Pero cómo se explica entonces y por qué el gentilicio cambió de sujeto? ¿De qué cuenta fue que tras la independencia de España se llamó chapines y ya no criollos de Guatemala a las personas? ¿Cómo un apodo de la minoría pudo aplicarse hasta ser patrimonio de la mayoría? Se preguntó.
Orgullo chapín
A raíz de la independencia, las provincias vieron en la unión política un calco de sistema colonial, sobre todo por el afán de Guatemala de seguir siendo la cabeza rectora de la región.
La experiencia había sido mala. Las disposiciones económicas de gachupines y guachapines no habían sido justas para las provincias. De ahí la separación de la región en aquellos tiempos. Entonces fue cuestión de tiempo que los centroamericanos apodaran a los guatemaltecos de chapines en el mismo tono hiriente con que antes se lo decían a los criollos y españoles.
Sin embargo, lejos de rechazar el apodo los criollos guatemaltecos lo adoptaron con orgullo, pues para ellos el ser chapines significó una persona buena, segura de reafirmar su linaje y su categoría social.
La conclusión de Pérez de Antón entonces es que la palabra chapín vino de una voz autónoma que nada tenía que ver con guachapín, ni cachopín, ni chapetón, ni zapato. Más bien, era algo que a los guatemaltecos les hizo sentir que se despojaban de sus viejas plumas, que apartaron de la parvada, se vistieron con otras y echaron a volar por su cuenta.
Hoy en día los chapines se quedaron y los gachupines se fueron. Fue así como el lenguaje cambió de piel y Guatemala de alma, describe el libro. Para los guatemaltecos de hoy el ser chapín significa orgullo e identidad.