Le quitaron los brazos pero no las ganas de vivir
Fredy enfrenta la adversidad sin rendirse.
Por Sandra Martínez
“Es difícil ser fuerte cuando la gente te discrimina y te dice que no eres lo suficientemente bueno por tu discapacidad.”
Han transcurrido 15 años pero Fredy Alejandro Rosales no olvida el día que se podría decir fue el más triste de su vida. Fue en noviembre de 2002, cuando a los 21 años, un accidente lo dejó sin brazos.
Ya había terminado su jornada en su primer día de trabajo en una iglesia de San Juan Sacatepéquez, a las cinco de la tarde se acercó a un compañero que estaba pintando una pared y le dijo: “Vámonos ya es hora de salida”, sin imaginar que un minuto después estaría debatiéndose entre la vida y la muerte tras ser electrocutado con un rodillo de metal que accidentalmente tocó los cables de alta tensión del tendido eléctrico. Sufrió quemaduras de tercer grado en los huesos de ambos brazos y el 80 por ciento de la pierna izquierda.
De inmediato fue trasladado por los bomberos al Hospital Roosevelt y los médicos dijeron que había que amputarle los brazos. “En este momento lo primero que se me vino a la mente fue que después de este accidente ya no iba a poder trabajar, casarme, formar una familia, tener hijos y poder estudiar”, recuerda el entrevistado.
Sin embargo, la recuperación fue rápida, solo estuvo seis días hospitalizado y lo mandaron a Rehabilitación del Instituto Guatemalteco de Seguridad Social –IGSS-.
Superó los obstáculos
“Empecé mi terapia y me pusieron las prótesis. Durante este proceso aprendí muchas cosas que cambiaron mi forma de pensar. Entre ellas, que aunque la vida me cambió los planes en un segundo, con paciencia y optimismo podría superar todos los obstáculos confiando en que siempre hay una esperanza. Un plan perfecto, pero hay que saber esperar y confiar”, indica.
Cuando ya se había adaptado a su nueva vida decidió inscribirse en la Universidad y cerró la licenciatura en Administración de Sistemas de Información. Siempre iba a sus terapias y se hizo amigo de la jefa del departamento donde recibía tratamiento hasta que logró que le dieran trabajo como Instructor de computación en el Área de Terapia Ocupacional del Hospital de Rehabilitación, donde trabaja desde hace 10 años.
Su tarea es instruir a los pacientes con traumas severos en el área cognitiva, amputaciones y lesiones medulares para que aprendan computación y en el futuro puedan reubicarlos en el área laboral.
A Fredy le gusta dar lo mejor de si mismo, siempre le enseña a los pacientes lo que aprendió después del accidente que es tener paciencia, ser agradecido con Dios por darle una nueva oportunidad de vida, porque a pesar de no tener brazos, puede ser independiente y hacer todo lo que se propone de manera normal.
A la fecha muchos de sus planes ya se cumplieron porque siempre deseó trabajar. Aunque otra de sus metas ha sido mejorar laboralmente, pero quizá por su discapacidad no lo ha logrado a pesar de que se esfuerza por capacitarse. Ha hablado de la discriminación con sus jefes, pero le dicen “usted está bien como instructor que mas quiere”. Pero no pierde las esperanzas y sigue capacitándose hasta lograr un mejor nivel laboral.
Aprendió a manejar su propio vehículo y decidió estudiar otra carrera, pero cuando cursaba el tercer semestre de Derecho decidió hacer una pausa para alcanzar otro de sus sueños que era casarse y formar una familia.
Hoy es padre de una pequeña que recién cumplió dos meses. “Estoy agradecido con Dios porque todo lo he ido logrando con un poco de fe y perseverancia”, dijo Fredy al finalizar la entrevista que le hizo Mundo Chapín.