Guatemala ofrece tradiciones formadas con el paso de los siglos.
Desde el legado Maya, la cultura de sus antepasados en el mundo prehispánico, seguido por las tradiciones de la época colonial, con gran influencia del catolicismo, y las nuevas de la época contemporánea, hasta las denuncias contra políticos corruptos, todo fusionado en este país de contrastes.
Entre las manifestaciones de mayor tradición se encuentra:
Esta se celebra cada año entre marzo y abril. Es un período de 7 días que comienza el Domingo de Ramos y termina el Domingo de Resurrección.
La Semana Santa está precedida por la Cuaresma que se refiere al tiempo de preparación donde se recuerda los 40 días de Jesucristo en el desierto.
Los católicos religiosos proponen que este tiempo sea utilizado para la oración y reflexión, a fin de revisar sus acciones y los cambios que debe tener para acercarse más a Dios y cumplir con sus mandamientos.
Durante la Semana Santa, el católico cumple con diversos actos, como procesiones, escenificación del drama de la muerte y pasión de Cristo, sobre calles ornamentadas con alfombras de aserrín colorado, cargadores vestidos de cucuruchos y cortejos se desplazan al ritmo de marchas fúnebres.
Procesiones famosas que atraen a devotos y turistas nacionales y extranjeros son: En Antigua Guatemala, la del Señor Sepultado de San Felipe, el Viernes Santo; y la del Cristo Yacente de la Escuela de Cristo, en La Antigua Guatemala, el Viernes Santo.
En la Capital, la del Nazareno de la Iglesia de San José, el Domingo de Ramos; la de La Reseña, del Templo de La Merced, el Martes Santo; y la del Cristo Yacente o Cristo del Amor del Templo de Santo Domingo, el Viernes Santo.
Los penitentes se someten a actividades como símbolo de su auto sacrificio y, en el día Viernes Santo, los fieles guardan ayuno y se abstienen de comer carne de ganado vacuno y porcino.
El jueves, viernes y sábados Santos para los guatemaltecos son días de asueto con pago de sueldo obligatorios para todos los trabajadores guatemaltecos, según el Artículo 127 del Código de Trabajo.
Son celebraciones populares con las que se rememora la andanza de San José con la Virgen María próxima a dar a luz al niño Jesús. Fue iniciada por el Hermano Pedro en Santiago de Guatemala, a imitación de lo que hacía fray José de Moreira durante la víspera de Navidad, dentro del convento en las celdas del noviciado.
Cada año al iniciarse la noche del 24 de diciembre, el Hermano Pedro acostumbraba sacar una procesión con las imágenes de la Virgen María y del Patriarca San José, que iban vestidos en traje de peregrinos.
En ella participaban los niños de su escuela que, vestidos de pastores, llevaban velas encendidas, farolillos, instrumentos musicales como pitos de caña y barro, chinchines, tambores, conchas de tortuga, castañuelas y panderetas.
También iban cantando villancicos, coplas y sones de pascua. Al llegar al Hospital de Nuestra Señora de Belén, otros pastorcitos salían a recibir a los que pedían posada. El recorrido concluía en una sala, frente a un Nacimiento elaborado por el Hermano Pedro, el cual estaba adornado con frutas. Entre ellas naranjas, limas, manzanillas, melocotones, piñuelas, granadillas, toronjas, también hojas de pacaya y figurillas de barro.
Al concluir la procesión, los participantes recibían una refacción, consistente en algún tamalito o chuchito, pan dulce y ponche; después continuaban cantando villancicos hasta media noche cuando se dirigían a la iglesia de San Francisco para asistir a la Misa del Gallo, explica el historiador Horacio Cabezas.
Son actividades diversas que culminan con el desfile bufo que realizan los estudiantes de la Universidad de San Carlos, el Viernes de Dolores de cada año.
Fue iniciado por estudiantes de la Facultad de Medicina, en marzo de 1898, durante el Gobierno de Manuel Estrada Cabrera, para presionarlo a incrementar y mejorar las escuelas públicas.
La primera manifestación satírica pública de los huelguistas contra personajes del Gobierno aconteció el 1 de abril de 1898. Entre los principales elementos simbólicos de la huelga figuran: el periódico No Nos Tientes, la insignia o distintivo La Chabela, el canto La Chalana (1922), los boletines, la Velada Estudiantil en el Cine Lux y el Desfile Bufo. La Chabela, nahual de los huelgueros, fue creada en 1921 a iniciativa de Joaquín (la Chinche) Barnoya, Epaminondas Quintana y Hernán Martínez Sobral, quien fue el que hizo su primer dibujo, un esqueleto femenino bailando.
Durante el año 1903, el Gobierno de Estrada Cabrera impidió su realización y la policía reprimió a los estudiantes de la Facultad de Derecho, cuando intentaban salir a las calles; en tal ocasión murió Bernardo Lemus. Y en 1908, el Gobierno prohibió la circulación del No Nos Tientes.
El Desfile Bufo volvió a establecerse a la caída de la dictadura de Estrada Cabrera. En marzo de 1931, al mes y medio de instalado Jorge Ubico Castañeda en el poder, los universitarios invitaron a colegas salvadoreños para participar en el desfile, pero la policía cargó contra los huelgueros, les propinó una paliza, encarceló a un buen número de ellos e impidió que se realizara manifestación alguna.
Algunos estudiantes tuvieron que marchar a otros países a concluir sus estudios. El año siguiente, Ubico cambió el calendario académico y trasladó el período de vacaciones a los meses de marzo y abril; ello, con el objeto de evitar la celebración de la huelga, la cual pudo salir a la calle hasta en 1945, después de transcurridos los 14 años que duró la dictadura ubiquista. El reinicio de su celebración fue un logro de los estudiantes Francisco (Chico) Luna Ruiz, el Loco Alvarado, Jesús Guerra Morales y Chichicúa López Urzúa.
Es una danza mesoamericana, que se realiza en demanda de lluvia y fertilidad de los suelos. Antes de cortar el árbol, del cual proviene el eje o palo en torno al cual giran los danzantes, se realizan ciertos rituales preparatorios, consistentes en abstinencia sexual, ayuno y libaciones.
En la parte superior del palo se coloca una armazón giratoria, de cuyas esquinas se desprenden cuatro cuerdas que sirven para atar, de los pies a los bailarines, quienes se lanzan al vacío y van descendiendo, dando vueltas alrededor del palo, engalanados con plumas y máscaras que representan aves, chalchigüis, monedas y cascabeles con ayacastles sonoros como chinchines o maracas.
El jefe de la danza, llamado el mico, es el primero en subir al palo o mástil para dirigir, desde arriba, el ritual, con toda suerte de monerías. Luego lo hacen los bailarines, quienes, después de atarse la cuerda a la cintura, se dejan caer con los brazos extendidos y las piernas enlazadas a la cuerda, en un descenso circular en el que las vueltas se van ensanchando.
Abajo, la danza es acompañada con el tun o teponaxtli, flautas y caracoles. Esta ceremonia se practica todavía en Chichicastenango, en Joyabaj y Cubulco, en Guatemala, y en algunos lugares del sur de México. A la llegada de los conquistadores españoles a Mesoamérica, los danzantes iban con trajes hechos con plumas de aves, representando águilas, búhos, cuervos, guacamayas, quetzales, calandrias, etc. Francisco Antonio de Fuentes y Guzmán fue el primer cronista colonial que se refirió a esta danza detalladamente, en la Recordación Florida. Con posterioridad, Rafael Landívar la describió en la Rusticatio Mexicana.
Según el cronista huehueteco Fermín Herrera, para los pobladores, el que haya un muerto durante la carrera es presagio de que será buen año en la salud y habrá abundancia, razón por la cual, de ocurrir, no sería una tragedia sino un motivo más para celebrar.
Esta actividad conocida también como Juego de Gallos o Corrida de Cinta, se desarrolla luego de una ceremonia en la cual la cofradía pide permiso a los santos y a la Madre Tierra para poder correr, esto incluye la entrega de la sangre de un gallo como ofrenda que en ocasiones se mezcla con la sangre de los jinetes al caerse de los caballos.
Vestidos con el traje ceremonial que incluye sombrero con plumas de colores, pañuelos coloridos y cintas rojas, uno a uno esperan su turno para ingresar a la pista, la cual es controlada por miembros de una cofradía.
Los jinetes deben prepararse física y espiritualmente, pero además, con suficientes recursos económicos, pues quienes se atreven a montar uno de los 300 caballos que son llevados de las comunidades asentadas en los Cuchumatanes, deben pagar ya sea por todo el día Q1,800, por una hora Q400 o de Q25 a Q50 por una vuelta, además de sufragar el pago de la marimba para la noche previa al evento.
Herrera refirió que de la calidad del caballo depende el precio que se debe pagar, aunque hay algunos montadores que durante años pagan todo el día y eligen el mismo animal, con el que llegan a desarrollar una amistad al unirse durante la carrera.
Elvis López, contratista de animales, explicó que los caballos han sido cuidados por dos meses antes de participar en esta actividad, pues durante la carrera sufren desgaste físico que requiere preparación, porque la mayor dificultad es que los jinetes montan ebrios.
Según la cosmogonía de los indígenas kaqchiqueles los barriletes representan un lazo de comunicación entre los muertos (los santos) y los vivos.
Para los habitantes de Santiago, Sacatepéquez el primero de noviembre, día de todos los Santos, tiene poca relación con los santos de la iglesia católica y se enfoca casi por completo en los muertos del inframundo, en sus antepasados.
Es un día de un ritual tradicional que inicia a la salida del sol del primero de noviembre; en el cual las familias esparcen flores en las casa y se ponen ramilletes en las ventanas, con el afán de guiar a las animas muertas el camino a su hogar y con eso hacerles saber que siguen siendo bienvenidos y no se les ha olvidado.
La tradición oral cuenta, que ese día las almas de los antepasados son liberadas por veinticuatro horas en donde los espíritus tienen la libertad de volver a sus hogares, a sus seres cercanos, a lo que vivieron y a sus descendientes.
Los vivos deben de estar preparados y es por ello que adornan con flores, ya que, si los espíritus no encuentran buena recibida por parte de sus familias, éstos pueden causar daños a las cosechas, enfermedades o atentar contra los vivos.
Por ésta razón, es que los pobladores al darse cuenta que espíritus malignos invadían el camposanto y las viviendas donde vivieron y convivieron, decidieron en una manifestación abstracta elevar lienzos de papel, que al chocar con el viento indicarían a los espíritus el camino al cielo y se alejaría la molestia.
Por lo que los lugareños dedicaron largo tiempo a elaborar los objetos que derivaron en barriletes o cometas.
Actualmente, los barriletes actúan como mensajeros verdaderos ya que a muchos de estos se les coloca un mensaje o telegrama que se prende a la cola de una pita, que con cada jalón va subiendo al cielo.
Anualmente se lleva a cabo el “Festival de Santiago, de Barriletes Gigantes” dicha festividad da inicio a las cuatro de la mañana, del día primero de noviembre, los barriletes son llevados al camposanto y son terminados de armar; los barriletes voladores son elevados durante todo el día y a las cuatro de la tarde los bajan, al día siguiente a las cuatro de la mañana, regresan al camposanto con velas para que los espíritus que han estado con ellos puedan regresar a sus hogares.
Cuando está terminando la festividad los niños destruyen los barriletes, lo cual es una señal hacía los espíritus que la visita terrenal ha terminado y tienen que regresar al cielo. Los barriletes que se han mantenido en tierra se elevan para que así los espíritus de los ancianos, ayuden a quienes aún no encuentran la subida al cielo. Al bajar los barriletes, son quemados en el cementerio, con la esperanza que el humo guie a regresar al cielo a cualquier espíritu vagabundo.
Dada la relevancia que tiene ésta hermosa tradición ancestral, que data de los años de 1900-1910, el Ministro de Cultura y Deportes declara ésta festividad el 30 de octubre de 1998, como Patrimonio Cultural de Guatemala. El 15 de diciembre de 2005 también recibe por parte del Presidente de la República Oscar Berger el Galardón de la Orden Nacional del Patrimonio Cultural.
Durante 35 años consecutivos cada primero de noviembre en Santiago Sacatepéquez se lleva a cabo el Festival de Barriletes Gigantes.
En el cual varios grupos de pobladores participan en un concurso de creatividad y vuelo. La preparación para dicho festival inicia aproximadamente cuatro meses antes del primero de noviembre, en donde generalmente se trabajan de cinco a seis horas diarias para determinar el tamaño, diseñar los adornos, hacer los trazos y ejecutar el diseño.
El tamaño de los barriletes varía desde los pequeños de un metro de diámetro hasta los más grandes que sobrepasan los 16 metros de diámetro, todos son elaborados con papel de china y su armazón es de caña de bambú o de tallos de castilla, la cual es una planta similar al trigo; el pegamento que se usa es natural elaborado con harina de yuca mezclada con trozos de cáscara de limón y agua. Los cables para las pitas son de maguey. Las colas del barrilete son de tela tejida.
Cada año es dedicado a un tema distinto, bien puede ser un tema político, religioso o cultural.
Durante la celebración del Festival se elevan al cielo los barriletes de menor tamaño, siendo éstos los que participan en la categoría de elevación; mientras los más grandes son exhibidos y se califica en éstos el diseño, el colorido y el tema.
El primero de noviembre es un día lleno de rituales que es acompañado por música de marimba, comida típica y miles de guatemaltecos con deseo de preservar la tradición del vuelo de barriletes.
Esta tradición celebra un tema relacionado con la ganadería y sus capataces. La trama de la danza narra la historia del capataz de una hacienda que prohíbe a los vaqueros lidiar con un toro, por lo que estos optan por emborrachar al jefe para poder hacerlo.
La trama culmina con la muerte del capataz por el toro más bravo.
La Quema del Torito se originó cuando los españoles, después de la conquista, introdujeron los juegos pirotécnicos para las celebraciones religiosas.
Esta tradición se puede apreciar en muchos lugares del país y es celebrada por diferentes culturas guatemaltecas.
El Torito consiste en una armazón de alambre o madera cubierta con cohetes, canchinflines y estrellitas.
Para la celebración, esta armazón es colocada sobre los hombros de un hombre, luego se encienden los juegos pirotécnicos; y el Torito es transportado entre la gente quienes lo torean y corren para evadir ser alcanzados.
Los tamales son una tradición gastronómica de los mayores deleites y que constituye el plato principal de la tradicional cena de Navidad. Aunque estos también los guatemaltecos tienen por tradición comer tamales menos elaborados cada sábado del año.
El ponche es una bebida elaborada con frutas cocidas, que al igual que los tamales se consume en temporada de fin de año.
El fiambre es una de las mayores expresiones de la tradición guatemalteca; representa la pluriculturalidad y multiculturalidad de nuestra raza. Su origen es de la época colonial, sus ingredientes y textura se pueden describir como una ensalada, que puede llegar a tener más de 50 ingredientes y aunque no exista una única receta, podemos clasificar su contenido en cuatro grupos: carnes, embutidos, verduras y quesos, además varios tipos de aderezo. Se celebra el 1 de noviembre en el Día de Todos los Santos.
El Paseo de Santa Cecilia era un desfile o mascarada encabezado por las autoridades edilicias y de la Audiencia de Guatemala, para conmemorar la fecha del asentamiento de la ciudad de Santiago de Guatemala, en Almolonga (22 de noviembre de 1527), así como la rendición de los señores cakchiqueles.
El 21 de noviembre, el Pendón Real era exhibido frente al Palacio del Ayuntamiento. A eso de las cuatro de la tarde, un escuadrón de indígenas de Ciudad Vieja, descendientes de tlaxcaltecas, con sus vestimentas guerreras y con arcos adornados con plumas de quetzal, encabezaba el paseo. Seguía el Alférez Real, en un corcel ricamente enjaezado, portando el Pendón. Iba acompañado por las autoridades edilicias y los vecinos. Se dirigían al Palacio de los Capitanes Generales, donde el Presidente se unía a la comitiva. Luego se trasladaban a la Catedral y, en las gradas del Altar Mayor, el Maestro de Ceremonias recibía el Pendón y lo colocaba al lado del Evangelio. Concluido el rezado de las Vísperas, la comitiva se dirigía al Palacio de los Capitanes Generales y al Palacio del Ayuntamiento, donde era expuesto en uno de los arcos bajos.
Al comienzo y retorno del Paseo, el escuadrón de indígenas realizaba salvas con sus arcabuces. Luego se distribuía refrescos y dulces entre los concurrentes. El día siguiente había misa cantada y, al concluir, era representada la Fiesta o Danza del Volcán. También había juegos de pólvora, cera y cañas.
El primer Paseo de Santa Cecilia fue realizado en 1557, en que Bernal Díaz del Castillo fue el que lo portó. En 1578, el Ayuntamiento de Santiago de Guatemala acordó que volviera a celebrarse durante la víspera de la fiesta de Santiago de Apóstol. Sin embargo, la decisión no se prolongó, pues en años posteriores continuó celebrándose el 21 de noviembre. En 1611 participaban alrededor de 6,000 indígenas.
A partir de 1657 se suspendió la celebración de juegos, pues el año anterior había habido alborotos y pleitos; sólo se continuó la actividad religiosa. No se tiene conocimiento cuándo tal costumbre fue restablecida. En 1797, el pendón real fue portado por el Marqués de Aycinena.
Aunque las Cortes de Cádiz prohibieron desfiles celebrando la conquista española, los indígenas de Ciudad Vieja lo continuaron realizando. José (Pepe) Batres Montúfar incluyó en su poema El Relox detalles picarescos sobre el Paseo de Santa Cecilia.
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